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martes, 7 de agosto de 2012

VARGAS VILA, PANFLETARIO Y LIBERTARIO



La Rana DoradaCarlos Vidales

José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla nació en Bogotá, en una familia de ideas radicales, el 23 de julio de 1860. Murió en Barcelona el 23 de mayo de 1933. Fueron sus padres el general José María Vargas Vila y Elvira Bonilla. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Bogotá.
Desde muy temprano participó en luchas políticas como periodista, agitador y orador. Tenía dieciséis años apenas cuando se enroló en las fuerzas liberales del general Santos Acosta. A la edad de 24 años, en 1884, actuó como secretario del general radical Daniel Hernández, durante el alzamiento que éste dirigió contra el presidente Rafael Núñez, líder del partido "nacionalista" y caudillo de la"Regeneración Nacional". Colombia era entonces una República Federal constituida por "Estados Soberanos" y con frecuencia sacudida por pronunciamientos y guerras civiles regionales. El levantamiento del general Daniel Hernández se inició en el Estado Soberano de Santander (al nororiente del país) y muy pronto se irradió a toda la nación. En 1885 los sublevados vencieron a las tropas del gobierno en la batalla de La Humareda, pero sus pérdidas fueron tan grandes que les resultó imposible continuar las operaciones. El propio jefe de la rebelión murió en esa terrible carnicería. Su secretario, Vargas Vila, huyó a los Llanos del Casanare donde el general Gabriel Vargas Santos le ofreció hospitalidad y refugio. Allí escribió su obra "Pinceladas sobre la última revolución de Colombia; siluetas bélicas".
Con este libro nació el Vargas Vila demoledor, iconoclasta, panfletario. En él trazó retratos crueles, grotescos, de los grandes jefes políticos de la "Regeneración", acentuando hasta la caricatura su confesionalismo católico, descalificando con adjetivos lapidarios, quemantes, todas las supuestas virtudes cívicas de esos líderes y presentándolos como monstruos ávidos de poder y cargados con todas clase de lacras morales. La respuesta gubernamental fue inmediata: se ofreció recompensa por la captura de Vargas Vila, vivo o muerto.
El panfletario huyó a Venezuela y se estableció en Rubio, donde fundó el periódico "La Federación". El gobierno de Colombia, mediante presiones y protestas, logró que esta publicación fuera clausurada por las autoridades de Venezuela. Vargas Vila se trasladó a Maracaibo y allí inició la producción de sus primeras novelas, que publicaba y vendía en forma de folletos, por entregas.
En 1891 viajó a los Estados Unidos y se radicó en Nueva York, donde muy pronto entabló relaciones con muchos exiliados latinoamericanos, intelectuales y conspiradores. Una cálida amistad lo unió al admirable José Martí y juntos participaron en actos, reuniones literarias, foros y encuentros de trabajadores, políticos y poetas. Martí nos ha dejado el testimonio de una reunión con obreros en la cual fue apasionado "el vehemente entusiasmo con que, sacados de sus asientos por ímpetu de amor, saludaron aquellos esclavos de América la peroración cadenciosa, inspirada, valentísima del colombiano José M. Vargas Vila, que cuenta sus días ya gloriosos por las batallas afamadas de su palabra y de su pluma en pro de la libertad".
En Nueva York, Vargas Vila fundó y redactó la revista "Hispanoamérica" y el diario "El Progreso". Allí se publicó también su libro "Los Providenciales", feroz diatriba contra los arrogantes caudillos y dictadores latinoamericanos.
En 1893 viajó a Venezuela donde el presidente Crespo lo nombró su secretario particular. Pero esto duró poco, pues Crespo fue derrocado y Vargas Vila debió regresar a su exilio en Nueva York. Están documentados sus frecuentes encuentros con José Martí y una carta de éste último, escrita a fines de 1894, muestra que Vargas Vila fue informado por su amigo cubano sobre los planes de retorno a la isla para integrarse a la guerra de independencia. Pocos meses más tarde, el 19 de mayo de 1895, caía Martí herido de muerte en el suelo de la patria que había amado por sobre todas las cosas de la vida.
Vargas Vila se fue a vivir a París, donde se habían refugiado tantos brillantes escritores latinoamericanos (Rufino Blanco Fombona, Enrique Gómez Carrillo y muchos otros). Con ellos estableció relaciones de amistad personal e intelectual, al mismo tiempo que continuaba publicando artículos, ensayos, novelas, narraciones y panfletos políticos. En Nueva York, a donde regresó en 1902, fundó la revista "Némesis", que pronto se hizo muy famosa. Él la escribía y editaba íntegramente y en sus páginas pueden hallarse las más finas y las más terribles de sus frases de combate. Es notable que Vargas Vila escogiera trasladarse a Nueva York para escribir allí, y no en otro lugar, su violento libro "Ante los bárbaros", implacable requisitoria contra el expansionismo norteamericano, con sus flamantes cañoneras y su "Política del Garrote".
Nuevamente establecido en París, continuó allí la publicación de "Némesis". Pero su vida personal había llegado a un punto crítico. Era intelectualmente admirado y temido, pero también profundamente odiado por gobiernos, academias e intelectuales tradicionalistas. Era un solitario, como un toro furioso combatiendo en medio del ruedo, sin vida afectiva íntima, sin un amor profundo, sin una compañía duradera. La neurosis comenzó a manifestarse en forma de actitudes agresivas e intolerantes, incluso hacia los propios amigos que lo estimaban y admiraban. Su médico le indicó que debía cambiar de aires. Se fue a vivir a Venecia.
Aunque el paréntesis veneciano fue breve (regresó a París en 1904), sus extravagancias decadentes contribuyeron allí a alimentar la Leyenda Negra de Vargas Vila que ya había comenzado a crecer como una hidra. En París, en Bogotá, en Caracas, en Nueva York, se decía que el panfletario era inmensamente rico. Que vivía como un príncipe. Que odiaba a las mujeres, a los curas y a las monjas. Que su misantropía y su odio a la iglesia nacían del hecho de ser hijo de un cura párroco y una monja depravada. Que era anarquista y que ayudaba con su dinero a los seguidores de Malatesta, financiando asesinatos y bombazos contra duques y marqueses. Que era homosexual. Que presidía sesiones de satanismo con sus amigos y cómplices. Que era impotente y que esta era la razón de su odio a todo lo viviente. Que era hermafrodita.
La sola enumeración de las perversiones y sicopatologías que se adjudicaron a Vargas Vila podría servir para hacer el catálogo de las perversiones y sicopatologías de sus calumniadores: la beatería tradicionalista de su país, los viejos círculos clericales hinchados de privilegios, cargados de rencores y de odios, incapaces de sentir amor cristiano, inválidos para la reconciliación y la bondad. Los intelectuales al servicio de estas alimañas no mencionaban siquiera el nombre de Vargas Vila. Hablaban del "expatriado", el"satánico", el "bastardo", el "lenguaraz despreciable", el "desnaturalizado""el blasfemo""el luciferino mendaz", el "enemigo de la paz, el orden y la autoridad""el decadente pernicioso", el "disolvente", el"degenerado". Nunca hicieron un crítica literaria de sus obras, un análisis de sus ideas, un cuestionamiento razonado de su pensamiento, su estilo o su lenguaje. No tuvieron valor, ni grandeza moral ni capacidad intelectual suficientes para ello. Fueron, en toda la línea, inferiores y pigmeos. Lo único que pudieron oponer a Vargas Vila fue un sartal de calumnias infames.
Por supuesto, el panfletario no era de ninguna manera perfecto. Sus opiniones eran tajantes, categóricas, no dejaban lugar a la discrepancia. Carecía de modestia intelectual, era arrogante y vanidoso. Estaba convencido de que su genio era incomparable. Se elogiaba con frecuencia a sí mismo de una manera irritante. Su egolatría era monumental. Esto daba material abundante a sus enemigos.
Pero la causa fundamental de la inquina contra Vargas Vila fue su irreductible anticlericalismo, su apasionada defensa del libre pensamiento. En la oración fúnebre para su amigo el poeta Diógenes Arrieta (1897), en París, pronunció esta frase sobre Colombia, que jamás se le ha perdonado:
-- ¡Duerme en paz, amigo, lejos del imperio monacal que nos deshonra!
Vargas Vila empleó siempre toda su potencia de fuego, su feroz estilo virulento y mordaz, contra los desmedidos privilegios del clero y de la Iglesia, contra el dogmatismo y la intolerancia. Usaba frases y metáforas que abrían heridas incurables y luego ponía en esas heridas la sal o el ácido quemante de renovadas imprecaciones. Fue un virtuoso del vituperio y de la diatriba, puestos al servicio del pensamiento laico.
Su estilo era profético: usaba palabras grandilocuentes, verbos y adjetivos tremendistas. Presentaba los conceptos abstractos como entes mitológicos, con nombres en mayúsculas: la Ambición, el Odio, la Hipocresía, la Grandeza. Sus sentencias eran lapidarias. Sus conclusiones, proverbiales. Usaba la paradoja como una maza para aplastar a sus adversarios. Su fraseo era entrecortado, con hiatos arbitrarios que evocaban el estilo desmelenado de don Simón Rodríguez; pero a diferencia de éste, nunca era campechano ni familiar. Se ha dicho a veces que era demasiado efectista, artificioso, con un cierto gusto decadente por las decoraciones recargadas, a lo D'Annunzio; pero ninguno de sus adversarios salió ileso ni sonriente después de una descarga de tales florilegios.
Sería tonto sostener que toda la obra de Vargas Vila merece admiración. En sus escritos hay mucha hojarasca, muchas extravagancias de poco mérito, muchas frases ruidosas y estridentes sin mayor substancia. Pero en aquellas líneas donde su talento fulgura, logra formular ideas propias y conceptos admirables. Es entonces cuando enseña, impresiona y apasiona.
Su estadía en París (1904) fue muy breve. El gobierno de Nicaragua lo llamó a cumplir funciones consulares en España. Allí, con Rubén Darío, integró la Comisión de Límites con Honduras ante el rey de España, quien era entonces mediador en el contencioso. Pero Vargas Vila no era hombre de cargos diplomáticos; pronto regresó a su trabajo creador. Se puso al frente de la edición de sus libros y luego de breves estancias en París y Madrid se asentó en Barcelona. Fue allí donde se inició, por acuerdo con la Editorial Sopena, la publicación de sus obras completas.
Este fue uno de los grandes éxitos editoriales de esos años. Vargas Vila llegó a gozar de ingresos muy considerables gracias a esta edición. Su popularidad como escritor era inmensa. Su nombre no se mencionaba (ni se menciona hoy) en las antologías, en las historias de la literatura o en los artículos de crítica literaria. Pero sus libros circulaban en las tabernas, en los corredores de las universidades, en las herrerías, en las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre los empleados de los servicios públicos, en la clientela de las peluquerías y de las carnicerías. Vargas Vila ha sido por eso, como pocos, forjador y maestro de la cultura popular en Nuestra América. Yo he encontrado libros suyos en bebederos de aguardiente de Risaralda (Colombia), entre bultos de papa; en un cafetín de Buenos Aires, en la zona del puerto, alimentando la conversación de los parroquianos a la hora de la siesta; en la cartera de una empleada de correos de Montevideo, para ser llevado del trabajo al café Sorocabana de la Plaza Libertad, donde un grupo de amigos esperaba para el debate intelectual del anochecer; en una pescadería de Valparaíso, cuyo propietario interrumpía la atención a los clientes para leerme párrafos enteros de "Los Césares de la decadencia" con entusiasmo sincero; en una "fazenda" brasilera, donde el mulato más letrado tenía el encargo de leer a los trabajadores reunidos algún texto "bueno para el alma"; en una peluquería del Cuzco (Perú), entreverado con revistas de moda y de deportes, para que los clientes que pagaban por la trasquilada ("sentado, 10 soles; parado, 5 soles") pudieran ilustrarse; y naturalmente, en mi propio pupitre de escolar, en Santiago de Chile, cuando fundé un club de adolescentes conspiradores y traficantes de libros prohibidos y blasfemos.
Vargas Vila hizo una gira por América Latina en 1923. Visitó Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, México, La Habana y otras ciudades importantes. Dictó conferencias, muy agitadas y concurridas. Libró polémicas a través de los periódicos. Los periodistas le hicieron entrevistas escandalosas. Causó revuelo y estrépito. Los curas sermoneaban desde los púlpitos ofreciendo las llamas eternas del infierno al apóstata que leyera los libros de este monstruo. Esto hizo aumentar explosivamente las ventas de sus obras.
Fue al final de esta gira, en La Habana, donde Vargas Vila contrajo una enfermedad extraña que afectó su vista y que terminaría por dejarlo completamente ciego. Regresó a Barcelona, donde transcurrió los últimos años de su vida en completa soledad, sin dar ni pedir cuartel a sus rencorosos enemigos. Murió en 1933, cuando ya comenzaba a gestarse el terrible drama de la guerra civil española. Los círculos de obreros anarquistas y socialistas lo leían con avidez y entusiasmo, lo respetaban y lo reconocían como a un maestro. Y en efecto, por encima de todo, Vargas Vila fue siempre un apóstol de las ideas libertarias. Esto fue lo mejor de su ideología, porque en ocasiones se perdió en los laberintos de las doctrinas nihilistas o en la búsqueda del "superhombre" de Nietzsche. Causa emoción constatar que ninguno de sus grandes defectos le hizo perder su aliento humanista.
Escribió narraciones, novelas, relatos de viaje, obras de teatro, notas de historia y de estética, conferencias, artículos de crítica y ensayos políticos. En todos ellos campea el amor por la libertad y la pasión por la justicia social.

C.V. (Estocolmo, 1997).
Bibliografía de José María Vargas Vila
La obra de Vargas Vila abarca unos cien volúmenes. Existen dos ediciones diferentes de sus Obras Completas: Bouret (París-México, abreviado aquí como PM) y Ramón Sopena (Barcelona, abreviado aquí como RS). Esta última se considera la definitiva. Las "Obras Completas" publicadas en Buenos Aires en 1946 (2 volúmenes), son apenas una selección de sus producciones más vendidas. No es fácil determinar exactamente la fecha de publicación de algunas de sus obras (hay ediciones dobles, con diferentes títulos para la misma obra, etc.). La que sigue es una lista tentativa. Un signo "?" al lado del año, indica que la fecha es dudosa.
1887 Aura o las violetas, Maracaibo; 1892, Bogotá; 1920, París; s.f., RS.
1887 Pasionarias, álbum para mi madre muerta, San Cristóbal.
1888 Emma, Maracaibo, (en una publicación literaria).
1889 Aura o las violetas; Emma; Lo irreparable, Maracaibo; 1898, 1918, 1920 y 1930, PM, Biblioteca de los Novelistas; 1934, RS, t6.
1889 Lo irreparable, Maracaibo (en el periódico Ecos de Zulia).
1892 Los Providenciales, New York.
1895 Flor de fango, París; 1918, PM, Biblioteca de los Novelistas; 1918, RS, t 14.
1900 Ibis, Roma; 1911, RS, t 2; 1917, París.
1900? A la hora del crepúsculo, París.
1901 Alba roja, París; 1919 y 1930, RS, t 4.
1901 Las rosas de la tarde, PM (Biblioteca de los Novelistas); 1933, edición definitiva, RS, t 13.
1902 Ante los bárbaros: el Yanki. He ahí el enemigo, Nueva York. 1902, París; 1923 y 1930, RS, t 55.
1902 Copos de espuma, París; 1918 y 1923, PM, Biblioteca de los novelistas; 1930, RS, t 38.
1904 Los divinos y los humanos, París; 1917, ibid.; 1920 y 1930, RS, t 29.
1906 La simiente, París; s.f., edición definitiva, RS, t 1.
1906 Laureles rojos, París; 1921, ibid.; 1921, RS, t 44.
1906? El canto de las sirenas en los mares de la historia, RS.
1907 Los Césares de la decadencia, París; 1913; 1936, RS, t 34.
1909 El camino del triunfo, La Habana; RS, t 10.
1909 La república romana, París; s.f., RS, t 36.
1910 La conquista de Bizancio, RS, t 11.
1910 La voz de las horas, Barcelona; 1920, edición definitiva, RS, t 18.
1910? Hombres y crímenes del Capitolio, RS.
1911 El ritmo de la vida: motivos para pensar, PM; s.f., edición definitiva, RS, t 33.
1911 Huerto agnóstico; cuadernos de un solitario, RS; 1912, PM y RS, t 43.
1911 Rosa mística; mes nouvelles, Barcelona.
1911? Ibis, novela, edición completa, México.
1912 Políticas e históricas (páginas escogidas), PM.
1912? El imperio romano, obra inédita, Barcelona; 1936, RS, t 54.
1913 Archipiélago sonoro, poemas sinfónicos, PM; 1930, RS, t 19.
1913 Ars-verba, PM; 1921, RS, t 42.
1913 En las zarzas del Horeb, PM; 1930, RS, t 41.
1914 El alma de los lirios, PM.
1914 El rosal Pensante, París; 1923, RS, t 40.
1914 La muerte del cóndor; del Poema de la tragedia y de la historia, Barcelona 1914; 1935, edición definitiva, RS, t 37.
1914 Los parias, París; 1926, ibid. (Biblioteca de los Novelistas); s.f., RS, t 16.
1914 Verbo de admonición y de combate, PM; 1921, edición definitiva, RS, t 39.
1915 Pretéritas, Prólogo de R. Palacio Viso, PM; 1921 y 1930, RS, t 46.
1915? Clepsidra roja, Barcelona; 1916, 3a. ed., Barcelona; 1921 y 1930, RS, t 47.
1915? En las cimas, Barcelona; 1916, ibid.
1916 La demencia de Job: novela, Madrid; 1930, RS, t 15.
1916 Prosas selectas, Barcelona; RS, t 51.
1916? María Magdalena (novela), México.
1917 Ante los bárbaros (los Estados Unidos y la Guerra) el yanki: he ahí el enemigo, RS; 1918, corregida y aumentada, RS.
1917 El cisne blanco (novela psicológica), Barcelona.
1917 Eleonora (novela de la vida artística), Barcelona.
1917 Los discípulos de Emaüs (novela de la vida intelectual), Barcelona; 1923, RS, t 7.
1917 María Magdalena; novela lírica, RS, t 5.
1917 Rubén Darío, Madrid; 1922, edición definitiva, RS, t 35.
1917? El huerto del silencio, Barcelona.
1917? Horario reflexivo, Barcelona; 1923, RS, t 26.
1918 Los estetas de Teópolis, novela, Madrid; 1922, RS, t 8.
1918 Páginas escogidas; literatura, PM.
1918? La ubre de la loba, Barcelona; 1920, edición definitiva, RS, t 28.
1919 El minotauro, novela, RS, t 12.
1920 Cachorro de león (novela de almas rústicas), RS; 1930, edición revisada y corregida por el autor, RS, t 30.
1920 De los viñedos de la eternidad; obra inédita, RS, t 25.
1920 De sus lises y de sus rosas, Barcelona; 1931, RS, t 17.
1920 El final de un sueño: novela inédita, Barcelona, 1920; 1936, RS, t 27.
1920 Libre estética, RS, t 32.
1920 Salomé, novela poema, edición definitiva, RS, t 24).
1921 Belona dea orbi, Barcelona; 1936, RS, t 48.
1921 El huerto del silencio: tragedia lírica, RS, t 43.
1921 Prosas-laudes, Barcelona; 1931, RS, t 45.
1922 Gestos de vida, obra inédita, RS, t 53.
1922 Mis mejores cuentos, novelas breves, Madrid.
1922 Saudades tácitas, obra inédita, RS, t 49.
1923 Némesis, México.
1924 Antes del último sueño (páginas de un vademécum), PM, Biblioteca de los Novelistas.
1924? Mi viaje a la Argentina; odisea romántica, Buenos Aires (Biblioteca Las Grandes Obras, 21).
1926 La cuestión religiosa en México, México.
1926 Los Soviets, con Carta-prólogo de D. Oscar Pérez Solís. Barcelona.
1927 Odisea romántica; diario de viaje a la República Argentina, Madrid (Obras Inéditas).
1928 Dietario crepuscular, Madrid, 1928 (Obras Inéditas, II).
1928? La novena sinfonía, novela, Madrid (Obras Inéditas).
1930 Lirio negro. Germania, edición definitiva, RS, t 23.
1930 Lirio rojo. Eleonora, RS, t 22.
1930 Sobre las viñas muertas, edición definitiva, RS, t 3.
1930 Tardes serenas (obra inédita), Barcelona, Colección Idea, Sección de Autores Americanos.
1932 Lirio blanco. Delia, edición definitiva, RS, t 20.
1935 El maestro, La Habana (Obras póstumas).
1937 El joyel mirobolante (desfile de visiones), Guayaquil, Ecuador (Obras Póstumas).
1938 José Martí: apóstol-libertador, con prefacio de Ramón Palacio Viso, París (Obras Póstumas).
s.f. El sendero de las almas: novelas cortas, RS, t 31.
s.f. Históricas y Políticas, RS, t 50.
s.f. Poemas sinfónicos, Barcelona.
s.f. Polen lírico, conferencias, RS, t 52.
s.f. Sombras de Águilas, RS, t 9.
C.V. (Estocolmo, 1997).
Algunas lecturas sobre Vargas Vila
Andrade Coello, Alejandro: Vargas Vila; ojeada crítica de sus obras: de "Aura o las violetas" a "El ritmo de la vida". Quito, 1912.
Besseiro, Victorio Luis: Un hombre libre: Vargas Vila, su vida y su obra. Buenos Aires, 1924.
Botero, Ebel: "Un hombre en blanco y negro: Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 671-674.
Castañeda Aragón, Gregorio: "Cosas de Vargas Vila", en Revista del Atlántico (Barranquilla, Gobernación del Depto. del Atlántico, no. 1, diciembre de 1958), pp. 119-121.
Cejador, Julio: Historia de la literatura y lengua española. Madrid, 1918, vol. 9.
Escobar Uribe, Arturo: "¿Fue Vargas Vila un resentido?", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 679-683.
Giordano, Alberto: Vargas Vila: su vida y su pensamiento. Buenos Aires, 1946; ibid., 1949.
Henríquez Ureña, Max: Breve historia del modernismo. México - Buenos Aires, 1954, pp. 327-328.
Maya, Rafael: "Crónica de Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 656-662.
Miramón, Alberto: "La primera producción literaria de José Ma. Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 675-678.
Ortega, José J.: Historia de la literatura colombiana. Bogotá, 1934.
Palacio Viso, Ramón: Vargas Vila, su vida y su obra. s.l, s.f.
Panesso Robledo, Antonio: "Un apunte estilístico - Vargas Vila: Forma e ideas", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 663-665.
Sánchez, Luis Alberto: "Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 690-700.
Torres Rioseco, Arturo: "Francisco Contreras y Vargas Vila", en Hispania, Stanford University, California, vol. XVI, no. 4, nov.-dic. de 1933 pp. 399-400.
Ugarte, Manuel: "Estampas de Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 684-689.
---"José María Vargas Vila", en Escritores iberoamericanos de 1900. México, 1947, pp. 231-242.
---"Varios juicios sobre él", en Vargas Vila, José María, La demencia de Job; novela. Madrid, 1916, pp. 168-223 (Obras Completas, Sopena, t 1).
Vidales, Luis: "Iniciación al estudio crítico de José Ma.Vargas Vila", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. VIII, no. 5, Bogotá, 1965, pp. 666-670.
C.V. (Estocolmo, 1997).

viernes, 30 de marzo de 2012

VARGAS VILA



Por: JAIME LOZANO RIVERA*

Es el escritor más controversial de toda la historia de la literatura colombiana. Presumiblemente también el más prolífico (su bibliografía sobrepasa los 100 títulos).

Escribió narraciones, novelas, obras de teatro, notas de historia, conferencias, artículos y ensayos políticos. Su género favorito fue el panfleto para atacar el expansionismo estadounidense, las dictaduras latinoamericanas, los gobiernos conservadores y el fanatismo religioso. Articuló una crítica radical a las premisas fundamentales del cristianismo. Su escrito “Las Aves Negras” contra los jesuitas le costó la excomunión. Sostenía que los partidos políticos y la religión habían obligado a sacrificarse al pueblo, del cual predicaba: “Toda su vida ha sido pequeñez, chatura, estrechez, necesidad y sin embargo, el cura y el gamonal le hablan de sacrificio”; por esa razón decidió convertirse en su voz. Su técnica novelística fue muy criticada por no ajustarse a los cánones literarios: iniciaba indistintamente con letra mayúscula o minúscula, inventaba palabras, empleaba frases tomadas de otros idiomas, hacía cortes abruptos del texto con puntos suspensivos, líneas o asteriscos; lo que podría interpretarse como una rebeldía contra las normas impuestas por los académicos. Prevalido de su vasta cultura, era un hombre vanidoso, ególatra y presumido, se llamaba a sí mismo “El Divino”. Cuando fue nombrado Ministro plenipotenciario de Ecuador en Roma (1898), se negó a arrodillarse ante el Papa León XIII y expresó “no doblo la rodilla ante ningún mortal”. Sus detractores no mencionaban siquiera su nombre, se referían al satánico, el pernicioso, el degenerado, el disolvente, el pornográfico, el misógino, el lenguaraz despreciable, el desnaturalizado, el luciferino mendaz, el enemigo de la paz, el orden y la autoridad. Prueba inequívoca de ese encono es la obra “Novelistas buenos y malos”, publicada en 1911, en la cual el padre jesuita Pablo Ladrón de Guevara consignó: “Sentimos verdaderamente que sea de esta cristiana república este señor, de quien nos vemos precisados a decir que es un impío furibundo, desbocado blasfemo, desvergonzado calumniador, escritor deshonesto, clerófogo, hipócrita, pertinazmente empeñado en que le compren por recto, sincero y amante de la verdad, egoísta con pretensiones de filántropo y finalmente, pedante, estrafalario hasta la locura, alardeando de políglota con impertinentes citas de lenguas extranjeras; inventor de palabras estrambóticas y, en algunas de sus obras, de una puntuación y ortografía en parte propia de perezosos e ignorantes…”. El historiador de la literatura colombiana Antonio Curcio Altamar no se queda atrás, lo acusa de ser detractor del matrimonio, la procreación, el amor y la virginidad; es el ser más opuesto al espíritu y la moral cristiana. Los curas sermoneaban desde los púlpitos ofreciendo las flamas eternas del infierno al apóstata que leyera sus novelas. No obstante, su popularidad como escritor era inmensa, su obra se editaba y se vendía de manera profusa no solo en Colombia sino en todo el continente americano y en España. Alimentaba la imagen de escritor maldito que contribuía a su éxito comercial. Es quizá el primer autor de “betsellers” en español. Sus novelas circulaban en ediciones baratas y precarias en las tabernas, en los corredores de las universidades, en las herrerías, en las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre los empleados de los servicios públicos y ferroviarios, en las penitenciarías, en la clientela de los salones de belleza y en las carnicerías. Libros suyos se han encontrado en cafetines de Guanajuato, en los casilleros de los estibadores del puerto de Buenos Aires, en las pescaderías de Valparaíso, en la cartera de una empleada de correo de Montevideo, en los clubes de adolescentes en Santiago de Chile, en una peluquería del Cuzco, en una librería de textos viejos de la Habana, en una “fazenda” brasilera y entre bultos de papa de los bebedores de aguardiente en el eje cafetero. Se tiene conocimiento que los revolucionarios mexicanos Emiliano Zapata y Pancho Villa cargaban sus libros en las faltriqueras, junto con las provisiones y los cartuchos. Lo leyeron Juan Domingo Perón, Laureano Gómez y Jorge Eliecer Gaitán, caudillos que adoptaban muchas de sus frases lapidarias y de sus filípicas para encender el verbo. José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla nació en Bogotá (algunos aseguran que en Piedras, Tolima) el 23 de julio de 1860 y murió en Barcelona el 23 de mayo de 1933. Gran parte de su vida la pasó en el exilio. Muy temprano participó en luchas políticas como periodista, agitador y orador. Tenía 16 años cuando se enlistó en las fuerzas liberales del general Santos Acosta. En 1884, actuó como secretario del general radical Daniel Hernández, durante el alzamiento que éste dirigió contra el presidente Rafael Núñez. En ese entonces, Colombia era una República Federal constituida por Estados soberanos. El levantamiento del general Hernández, se inició en el Estado Soberano de Santander y muy pronto se extendió a toda la Nación. En 1885 los sublevados vencieron a las tropas del gobierno en la batalla de la Humareda, pero sus pérdidas fueron tan grandes que les resultó imposible continuar las operaciones. El propio jefe de la rebelión murió en ese cruento episodio. Su secretario Vargas Vila huyó a los Llanos del Casanare. Allí escribió “Pinceladas sobre la última revolución de Colombia; siluetas bélicas”. Con este libro nació el Vargas Vila demoledor, iconoclasta y panfletario. En él trazó retratos grotescos de los más grandes jefes políticos de “La Regeneración” (Movimiento liderado por el Presidente de Colombia Rafael Núñez quien aspiraba a unificar el país luego de crudas guerras civiles). Las frases de Núñez las calificó como el vano resultado de “las deyecciones mentales”. Al escritor y expresidente conservador Miguel Antonio Caro, uno de los artífices del proyecto de la Regeneración y defensor a ultranza de la religión católica (a instancias de él, Colombia firmó el Concordato con el Vaticano), le dedicó en el libro “Los Parias” la siguiente diatriba: “gramático pedante nulo, ebrio de latín… con su impudicia de mono coronado de adverbios, pulga Nabucodonosor del diccionario, roedor escolástico, cerdo épico de la literatura, evangelista del clasicismo arcaico, merodac de las catedrales góticas del ultramontanismo medioeval, fanático del absolutismo…”. En 1903 cuestionó airadamente la venta del Istmo de Panamá durante el mandato del Presidente conservador José Manuel Marroquín Ricaurte y el cinismo de éste al responder: “¿y qué más quieren? Me entregan una República y yo les entrego dos”. Vargas Vila lo calificó de tirano, desfachatado, canalla y traidor. Las represalias no se hicieron esperar: se puso precio a su cabeza, lo que lo llevó a afirmar: “las fieras humanas que me persiguen husmean mis huellas”. Dentro de la producción literaria de Vargas Vila cabe destacar: “Aura o de las Violetas”, “Flor de Fango”, “La Trilogía Lirio Blanco”, “Lirio Rojo y Lirio Negro”, “Los Parias”, “Ibis”, “Emma”, “Las Rosas de la Tarde”, “Lo Irreparable”, “María Magdalena”, “La Muerte del Cóndor”, “Los Providenciales”, “Los Divinos y los Humanos”, “Ante los Bárbaros”, “Salomé”, “Los Césares de la Decadencia”, “El Huerto del Silencio”, “El Minotauro”, “Copos de Espuma”, “Yo Rebelde, Yo Hereje, Yo Vargas Vila”. Así mismo escribió el opúsculo intitulado Epitafio: “Cuando yo muera, poned mi cuerpo desnudo, como a la tierra vino; en una caja de madera de pino; sin barniz, sin forros, sin adornos vanos de necia ostentación; poned mi pluma entre mis manos; y el retrato de mi madre sobre mi corazón; y como epitafio, gravad únicamente esto: “Vargas Vila”. A pesar de su deseo expreso de no regresar a “la irredimible Colombia”, como llamaba a su patria, un grupo de intelectuales, contrariando su voluntad, trajo de una tumba catalana sus restos a Bogotá en 1981. De su voluminosa creación narrativa, por lo reducido del espacio tan solo comentaremos dos de sus principales obras: Ibis y María Magdalena. Necesario es advertir que cuando Vargas Vila publica la novela Ibis en 1899, la concepción de “femme fatale” (mujer irresistible que valiéndose de sus atributos físicos y de su astucia conduce inevitablemente a los hombres hacia el peligro), ya había sido determinada y formaba parte de un imaginario social. En esta novela “El Divino”, haciendo gala de su enorme erudición se encarga de desarrollar y afirmar el concepto de mujer fatal. La primera parte de Ibis, comienza con una carta enviada por el Maestro a su discípulo Teodoro. La misiva contiene la tesis central de la novela: “Teme al amor como a la muerte / él es la muerte misma / por él nacemos y por él morimos / seamos fuertes para vivir sin él / él es la maldición /”. Para darle validez a la tesis enunciada, el narrador hace un recorrido mítico-histórico a través de personajes femeninos emparentados con la destrucción y/o muerte: Eva-seducción, Magdalena-tentación, Dalila-destrucción, Judith-mutilación. Los adjetivos con los que caracteriza cada una de ellas, refuerza la idea de peligrosidad de las mujeres. La lógica del texto descansa en las siguientes proposiciones: el amor es muerte, el amor es mujer, por lo tanto, la mujer es amor y muerte; es la conjunción entre Eros y Tánatos. Así, Vargas Vila erotiza a las mujeres bíblicas, cuestionando los sacrosantos principios de una sociedad conservadora como la colombiana. Recuérdese que el Concordato con la Santa Sede de 1887, confería al catolicismo un estatuto jurídico y económico privilegiado, además de hacerlo religión oficial. Ante la presencia de tales féminas, recomienda el escritor, no queda más remedio que disfrutar de su compañía sin caer en el amor: “Ama el placer. No ames el amor. Ama a la mujer, diosa de la carne. Ama por su carne solamente”. La segunda parte de la obra, nos muestra a Teodoro, joven brillante e inteligente, quien a pesar de creerse inmune al amor, se encuentra turbado por el recuerdo de una novicia (Adela), la cual conoció el día de la muerte de su madre. Posteriormente, enamorado de ella, la rapta y la seduce. Esta huérfana que vive en un convento y ha pasado por una infancia enclaustrada y una niñez sin afecto, encaja en el perfil de la mujer virginal, dulce e inocente, que además está emparentada con la imagen de la virgen María, imagen cristiana de la mujer. Como ya se anotó, el primer encuentro entre Teodoro y Adela se produce junto al lecho de la madre moribunda del joven poeta. Adela como mujer piadosa, cierra los ojos a la difunta mientras copiosas lágrimas corren por sus ojos. La imagen de la novicia vestida de blanco, de lánguido y delgado cuerpo da paso a otra: la imagen de Ibis, ave semejante a la cigüeña, de plumaje blanco, sagrado para algunas culturas (egipcia) e impura para la biblia, es decir, encarna lo sagrado y lo profano. A partir de la representación del ave zancuda, la imagen de Adela deviene en una significación de elevación espiritual y símbolo de pureza: “blanca aparición, inmenso lirio, mano tenue y alba, pájaro sagrado, belleza ideal, virgen romántica…”. Un recurso que caracteriza la escritura de Vargas Vila es la mutación de los personajes mediante radicales procesos que son denominados por los expertos como “imágenes de inversión”. Se pasa paulatinamente de una atribución positiva a otra negativa en un mismo sujeto. Así por ejemplo, la imagen de Adela empieza a transformarse gradualmente mediante dos elementos: su despertar a la sexualidad y una fiebre puerperal que casi la lleva a la muerte. Gracias al primer elemento, su cabellera antes trenzada, símbolo de su sexualidad reprimida, aparece suelta y alborotada, su cuerpo antes delgado, toma “redondeces amplias que embecellen las curvas de su cuerpo” tornándolo en provocativo; de mujer asexuada y pura pasa a mujer de “contextura voluptuosa y morbosa”. A partir del segundo elemento, Adela que renace al vencer la muerte, se transforma en una mujer endurecida. Esta Adela posee la belleza fría y quemante del hielo que en palabras del narrador es “la mujer hecha para sembrar turbación y el deseo, para inspirar el amor sin sentirlo en su pecho de hielo, es la mujer infame, adultera, es el triunfo del vicio y la depravación sobre la virtud”. Desde ese momento Adela se ha convertido en una verdadera “femme fatale” y en consecuencia destruirá a Teodoro mediante recurrentes adulterios, hasta el extremo de engañarlo con Rodolfo, hermano de su marido. Igualmente Teodoro sufre una metamorfosis: de seductor pasa a seducido, cambia su racionalidad en locura y su fortaleza en debilidad. Finalmente, cuando Teodoro descubre la nueva naturaleza de Adela y comprueba su infidelidad, al encontrarla en los brazos de Rodolfo, recuerda la carta enviada por el Maestro: “mátala, habrás recobrado la dignidad de tu vida / mátate y te habrás redimido con la dignidad de su muerte / mátala o mátate”. El amor que siente por ella le impide agotar la primera alternativa, entonces la expulsa de su casa con la plena conciencia de no poder vivir sin ella y luego se suicida. Esta visión apocalíptica de las relaciones amorosas, explica porqué Ibis fue denominada “la biblia del suicidio” por la racha de muertes que provocó después de su publicación. Entretanto, en María Magdalena, editada en 1917, Vargas Vila ofrece una versión revisionista de la vida de Jesucristo, según la cual su muerte no fue más que la consecuencia bastante mundana de los celos de Judas de Kerioth, cuyo tórrido y carnal romance con María Magdalena había sido interrumpido por Jesús de Nazareth. Este triángulo amoroso, tiene la particularidad de mostrar a Jesús con inocultable apariencia humana, demasiado humano para su condición de profeta. La novela presenta unas escenas en las que Jesucristo se excita sexualmente en presencia de María Magdalena. Una noche mientras oraba, se aparece “casualmente” María Magdalena y no solo le confiesa la naturaleza de su amor por él, sino que “se encarniza en besos asesinos / y sus abrazos que se agitan / con gestos convulsos de alas de un buitre que devora a un cordero… y devorado fue por el pecado el cordero de Dios, que había venido a redimir los pecados del mundo”. Por su parte, Judas se hace apóstol, no por convicción o por conversión, sino de manera oportunista para así poder servir de espía de Poncio Pilatos y para poder destruir a su rival amoroso. Vargas Vila presenta la muerte de Cristo, episodio fundacional de la cultura de occidente, no como un evento mesiánico, sino como un vulgar lío de faldas. La provocación vargasviliana gana intensidad cuando ya al final del relato aparece un “bello efebo” adolescente de Zebadía y se sugiere que éste había sido el amante de Jesucristo antes de María Magdalena. Al final de la novela Cristo es crucificado, rehusando la salvación que irónicamente le ofrece Judas, consistente en “una bolsa repleta de oro” para que abandonase Galilea y con ella a María Magdalena. “vade retro, vade retro… tú no tentarás al hijo de Dios”. Judas se suicida pero no por remordimiento sino por despecho hacia la cortesana de Magdala. Ella personifica la mujer fatal, destructiva y carente de sentimientos. Es la mujer que practica el amor efímero, terreno y carnal, cuya frivolidad no le permite hacer “duelo”, consternarse con la muerte de los hombres que amó. Es la femme fatale sin sentimientos, ávida de placeres, voraz devoradora de hombres, sublimación dramática de “la mantis religiosa”. Casi de manera instantánea olvida a sus dos amantes, en los brazos de un joven centurión desconocido que pasa por allí. “…enlazados por el talle, entraron en el bosque… se alejaron lentamente y en la penumbra densa, no se vio ya sino la cabellera de Magdalena, que, extasiada, miraba al cielo, y, al rostro de su nuevo amor…bien pronto, no se oyó en la soledad, sino el ruido de un beso y otro beso y otro beso… ¡Alma de mujer!, ¡Viva la vida!, ¡Viva el amor!”. Ya nos podemos imaginar el impacto que generó en ese entonces la descripción tan terrenal, tan humana y tan corriente del hijo de Dios, peleándose por el amor de una meretriz, en un país como el nuestro en el que casi un siglo después se rinde culto y veneración a un relicario con una muestra sanguínea de un beato. Como corolario se puede decir que cualquier estudio de la literatura hispanoamericana está en incompleto sin una referencia necesaria a ese fenómeno literario sin precedentes llamado Vargas Vila.

*Abogado Universidad Santiago de Cal
http://www.calicultural.net/vargas-vila/

Portada de la edición definitiva de "Ante los bárbaros" (Barcelona, 1930)

Portada de la edición definitiva de "Ante los bárbaros" (Barcelona, 1930)
Portada de la edición definitiva de "Ante los bárbaros" (Barcelona, 1930)

IBIS - VARGAS VILA

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